La expansión de la inteligencia artificial (IA) abre un debate central sobre el futuro del empleo. A nivel global, la Organización Internacional del Trabajo estima que un 14% de los puestos actuales podrían automatizarse total o parcialmente en la próxima década. En Argentina, el impacto se prevé especialmente en sectores como servicios financieros, comercio y logística, donde la digitalización ya está modificando las rutinas laborales. La cuestión de fondo es cómo equilibrar los beneficios de eficiencia con la necesidad de preservar oportunidades de trabajo digno.

El uso de algoritmos y sistemas de IA en la banca, la atención al cliente y la administración pública permite agilizar procesos y reducir costos. Chatbots, asistentes virtuales y sistemas predictivos reemplazan tareas rutinarias que antes requerían mano de obra humana. Si bien esto genera mayor rapidez en la prestación de servicios, también produce una disminución en la demanda de ciertos perfiles laborales, obligando a los trabajadores a adquirir nuevas competencias digitales para mantenerse vigentes.

En el sector industrial, la automatización apoyada en inteligencia artificial incrementa la precisión en los procesos de producción. Robots colaborativos y sistemas de mantenimiento predictivo se incorporan en plantas automotrices, textiles y de alimentos, optimizando recursos. No obstante, esta modernización conlleva un riesgo: desplazar puestos de baja calificación, que representan un porcentaje importante del empleo formal en Argentina. De allí surge la necesidad de planes de reconversión que acompañen a los trabajadores en la transición tecnológica.

La educación y la capacitación aparecen como herramientas clave para enfrentar este desafío. Universidades y organismos de formación profesional buscan adaptar sus programas para preparar perfiles técnicos en programación, análisis de datos y gestión de sistemas inteligentes. Sin embargo, el ritmo de actualización aún resulta insuficiente frente a la velocidad con que avanzan las tecnologías. El desafío no es solo formar nuevos especialistas, sino también ofrecer herramientas de reciclaje laboral a quienes ya forman parte de la fuerza de trabajo.

Desde una perspectiva positiva, la IA también crea nuevos empleos en sectores emergentes. Ciberseguridad, desarrollo de software, diseño de algoritmos y mantenimiento de infraestructuras digitales son áreas en expansión. Además, se abren oportunidades en la intersección entre la tecnología y actividades tradicionales, como la agricultura de precisión o la logística inteligente. El reto está en generar un ecosistema que impulse la innovación y promueva inversiones capaces de absorber la mano de obra desplazada.

A nivel de políticas públicas, se plantea la necesidad de marcos regulatorios que acompañen el proceso. Normas sobre uso ético de la IA, incentivos a la capacitación laboral y medidas de protección social aparecen como ejes centrales. En un país con tasas de informalidad cercanas al 45%, el riesgo es que la automatización amplíe las brechas en lugar de reducirlas. El futuro del empleo en la era de la inteligencia artificial dependerá, en gran medida, de la capacidad de articular Estado, empresas y trabajadores en una estrategia común de reconversión y adaptación.

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